lunes, 18 de mayo de 2009

Crítica de TOMACINE.COM

Séraphine esta basada en hechos reales sobre la fascinante vida de la pintora Seraphine Louis, más conocida como Seraphine de Senlis (1864-1942) y una de las precursoras del arte Naïf.La última película de Martin Provost fue la gran triunfadora en la pasada edición de los Premios César obteniendo 7 en total, incluyendo los de mejor película, actriz, guión, música, fotografía, dirección artística y vestuario. A continuación analizaremos las claves que la han llevado a ser una de las mejores películas europeas del año.


El comienzo se sitúa en el año 1913 en la pequeña localidad de Senlis, la cual se encuentra a 10 km de Chantilly y a 50 kilómetros al noroeste de la capital francesa. Son tiempos difíciles en los que hay un abismo entre las clases sociales y un horizonte nublado cargado de ira y rencor, el cual acabará desencadenando la I Guerra Mundial. Da igual que seas el enemigo o compatriota. Tampoco hay piedad ni compasión ante los desertores.

Seráphine nació en el seno de una humilde familia y divide su vida en dos. Durante el día trabaja como criada y por la noche se dedica a lo que más le gusta: la pintura. Era fundamental que el personaje de Seráphine lo interpretara alguien que fuera capaz de transmitir su confuso mundo interior. Sin duda han encontrado lo que buscaban en la actriz Yolande Moreau, quien realiza un soberbio trabajo incluyendo nuevos y hermosos matices a su personaje. Un cuidado guión sin muchos diálogos ofrece un papel en el que los gestos, acciones y expresiones faciales de Seráphine se convierten en un personaje más. Su fría y perdida mirada azulina clavada en el interior del lienzo es la causante de transportar su alma desde la oscuridad del ruinoso piso en el que se aloja al maravilloso paisaje del que disfruta durante el día.
Descalza. Es la unica forma de estar en verdadera harmonía con la naturaleza.Secundando a la pintora encontramos a Wilhelm Uhde (1874-1947), un historiador y coleccionista de arte alemán que consagró a autores de la talla de Picasso y Rousseau gracias a su fe ciega en ellos. Ulrich Tukur es el encargado de dar réplica a un personaje que era hijo de una familia burguesa prusiana y en la que más adelante Seráphine se convertiría en su criada en Senlis antes de convertirse en otro de sus descubrimientos.
La relación entre Wilhelm y Seráphine contiene diversas connotaciones. Bajo el mutuo afecto que encuentran el uno en el otro (cada cual demostrándolo a su manera) podemos divisar una estrecha línea que separa la riqueza de la pobreza, la cordura de la locura. Todo debido a que cuando la vida nos deja de sonreir destilamos en nuestro interior un sentimiento de inferioridad impropia de nuestro estatus.


Todo genio abraza los extremos, del mismo modo que la pintora francesa lo hace con la naturaleza.La naturaleza, el último de los principales protagonistas. Él por sí solo llena la pantalla y es el culpable de los cambios de tonalidad en la fotografía de la película. Mientras los interiores se muestran con colores oscuros y apagados, se busca el contraste en los verdes y coloridos paisajes del exterior. Los mismos que aplacan la tristeza y la ira otorgando paz interior al que la busque. Apto para aquellos exploradores del alma que encuentran en la arbolaterapia su ansiado refugio terrenal al compás del balanceo de las plantas gracias a la refrescante brisa matutina.

Existe un antes y un después. Siempre en torno a una mesa al igual que en el pasaje de la última cena. Un descubrimiento capaz de aflorar nuestra monótona existencia impregnado de texturas incapaces de distinguir. Colores vivos a base de métodos rudimentarios extraídos bajo la atenta mirada y consentimiento de la virgen María y los pucheros rojizos de la cocina.Una cosa esta clara. Es menester disfrutar del arte al igual que de la naturaleza. Lo único que se necesita es algo tan sencillo como una silla, una butaca. Coge asiento y disfruta del momento.


Xabier Villanueva TOMACINE.COM